Pero ese silencio no era otra cosa que una sordera temporal provocada por la potentísima onda que acababa de atravesar la Leviatán I. Al abrir los ojos Bart se dio cuenta de que el interior de la nave estaba inundado por una luz roja parpadeante. Esto tampoco era buena señal. Además poco a poco, como una tormenta que se acerca desde lontananza, y a medida que recuperaba la capacidad auditiva Bart comenzó a distinguir la sirena de alarma de la nave. Una fuerte brisa. El casco de la nave había sufrido una minúscula fisura. El modo en que Bart actuase en los próximos segundos sería crucial para su supervivencia. Pero Bart había sido bien entrenado. Mantuvo la calma y se dispuso a...
-...art, Bart -oía como si se tratase de la voz de un sueño del pasado-, ¡Bartholomew despierte! ¡Bajen un poco las luces maldición!