Carlos y Luis, realmente parece un poco absurdo pero eran
justo ellos dos en una mesa pequeña de una cantina (siempre les gustaba llamar
así a cualquier bar corriente), sin embargo algo no iba bien. Ambos tenían el
ceño fruncido, apretaban los puños mientras estaban con cara de muy pocos
amigos y una tensión que hacía complicado hasta el paso del aire. Carlos miró a
su izquierda, centró su deteriorada mirada en el fondo de la barra intentando
encontrar algo o alguien, pero no ocurrió, continuó mirando a su derecha. Luis
sin embargo parecía hipnotizado tratando que su compañero le mirara a los ojos, que
le prestara atención aunque sólo fuera un mísero instante. Sin éxito. Algo no
iba bien. La tensión no se disipaba, los dos sentados uno en frente del otro manteniendo
un pulso nulo, ninguno conseguía salir vencedor. En ese momento Luis harto de
esa situación tan incómoda decidió romper de una vez por todas esa tensión.
-
¡Eh! Ya vale, tenemos que solucionar esto, por las
buenas o por las malas.
-
¿Solucionar el qué?
No veo nada que tengamos que solucionar.
-
Este silencio acaso te parece normal, esta situación a
la que hemos llegado, no era esto para lo que habíamos venido.
-
No te entiendo, no sé de qué me estás hablando. Voy al
servicio.
Luis sintió esa reacción como una ofensa y un vacile de su
compañero de velada, parecía que una lagartija le recorriera la yugular. Si
antes estaba cabreado ahora iba a explotar. Justo en ese mismo instante en el
que la chimenea de Luis parecía una cabeza, digo, al revés, llegó Carlos con
una sonrisa en su rostro, el baño había cambiado su expresión, ya no tenía ese
enfado visible y esa preocupación por encontrar lo que fuera que estaba
buscando. Eso mismo lo notó Luis, que no se explicaba la razón de ese cambio,
él seguía enormemente enojado por cómo le había hecho ese desplante Carlos
cinco minutos antes.
Carlos se sentó, miró a Luis aceptando el reto que le
proponía su compañero, se miraron fijamente, fue tan solo unos segundos pero en
sus mundos fue una eternidad, como si estuvieran mirando a través de esos ojos,
como si el iris fuera una pantalla que estuviera reflejando secuencias de
imágenes que proyectaba una pupila que permanecía fija, negra. Carlos fue el
primero en parpadear, sonrió y acto seguido miró el reloj, se estaba haciendo
muy tarde. Luis sin embargo no entendía nada, parecía que la situación le
estuviera dominando, ahora era él el que miraba de un lado a otro buscando a
alguien desesperadamente.
-
Dame un abrazo Luis, parece mentira – ambos se
abrazaron con enorme fuerza – la próxima vez eliges tú el sitio, me alegro
mucho de verte después de 14 años.
-
¿Ya pagaste? ¡Cuando fuiste al baño! La más típica de
las tretas, no me esperaba que fuera tan simple, esta te la guardo.
Desde siempre cada noche en la cantina se convertía en un
juego intentar distraer al oponente y conseguir invitarle, valía todo con tal
de sorprender. Aunque esta vez fue de la manera más evidente Carlos pudo con un
desentrenado Luis. Era momento de recuperar viejas costumbres.
Está realmente claro: ese tal Carlos lleva años pagando a escondidas de Luis, o no soy guía.
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