jueves, 4 de abril de 2013

Pozos de ambición (There Will Be Blood - 2007)

Pozos de ambición (There Will Be Blood - 2007)


"¿Por qué esto no es mío? ¿Por qué no son mías estas tierras?"

  En una tierra en la que la polvorienta aridez lo domina todo, un hombre descubre la manera de hacerse rico nada más y nada menos que a costa de extraer inmundicia del fondo de la tierra. Daniel Plainview, uno más de todos esos mineros que intentan ganarse la vida con la peligrosa minería, descubre el negocio de la perforación petrolífera. Esta es la historia de la lucha de un hombre por sobrevivir en un mundo feroz y despiadado y de cómo esa lucha será capaz de transformarle hasta límites insospechados.
 
  "Pozos de ambición" es casi un western, o incluso sin el "casi", que se desarrolla a partir de 1898 y cuya temática gira en torno a dos gigantes presentes desde el principio de los tiempos: el dinero, representado por el oro negro, y la religión, quizá algo menos presente pero igualmente reseñable. No obstante no es su temática lo que realmente destaca. Lo que Paul Thomas Anderson hace es contar una historia sin más intención, o al menos así me lo parece, que la misma de contarla. Lo que realmente es llamativo en este filme es la rudeza con la que son tratados los temás clásicos de la época del oeste tardío norteamericano: la familia, la religión y el poder del dinero.

  Tres son los aspectos que me han llamado soberanamente la atención:

  -Las interpretaciones de los tres personajes protagonistas de la historia. En primer lugar la de Daniel Day-Lewis, a quien el papel le viene como anillo al dedo gracias a ese sutil brillo de locura inteligente que desprenden sus ojos. Por cierto que porta un magnífico bigote. En segundo lugar la de Paul Dano, a quien no conocía, que es capaz de hacer frente a dos personajes, siendo uno más extenso que otro, de una manera magistral. Y en tercer lugar, en la esquina derecha con un peso de no más de 45 kilogramos, la de Dillon Freasier que resulta totalmente creíble y arrebatadora.

  -La banda sonora que se encarga de acompañar la historia que Paul Thomas Anderson nos brinda de una manera magistral, quizá pecando a veces de efectista. Pero qué demonios: ¡es que no todo van a ser Morricones y Bacalovs! 

  -La fotografía. Prácticamente desde el primer fotograma el espectador se puede recostar tranquilo en su sofá sin miedo a descolgarse de la historia. Esto, amigos, se consigue en parte gracias a la magnífica labor de localización de escenarios y juegos de luces en todas las escenas, recordándome alguna de ellas a la magnífica "Sin perdón".

  En definitiva Pozos de ambición es una de esas películas que se dejan degustar sin llegar a ser empalagosa ni mucho menos. Se deja de ñoñerías y cuenta una cruda (nótese el juego de palabras con crudo - petróleo) historia tal y como es. Estoy seguro de que hará las delicias tanto de los más sensibleros como de los más animosos. 

  Lo mejor: la magnífica puesta en escena y lo descarnado de la historia con final culminante incluído. También la evolución del Daniel Plainview. 
  
  Lo intermedio: en cuanto noté el toque western me imaginé que en la banda sonora tendría cabida algún temazo tipo spaghetti western de esos con campanadas de fondo. No obstante luego no lo eché en falta.

  Lo peor: quizá las prisas con las que se resuelve el final de la trama. Pero tampoco es molesto en exceso.



 El bigote del que hablaba.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario