Martes con mi viejo profesor.
“-El otro día oí un cuentecillo
bonito- dice Morrie. Cierra los ojos durante un momento y yo espero.
<<Bueno. El cuento es de una
olita que va saltando por el mar y lo pasa muy bien. Disfruta del viento y del
aire libre, hasta que ve que las demás olas que tiene delante rompen contra la
costa.
-Diós mío esto es terrible –dice la
ola-. ¡Mira lo que me va a pasar!
Entonces llega otra ola. Ve a la primera
ola afligida y le dice: ¿Por qué estás tan triste?
La primera ola dice: ¿Es que no lo
entiendes? ¡Todas vamos a rompernos¡ ¡Todas las olas nos vamos a deshacer! ¿No
es terrible?
La segunda ola dice: “No, eres tú la
que no lo entiende. Tú no eres una ola; formas parte del mar.
Sonrío. Morrie vuelve a cerrar los
ojos.
Lo veo respirar, inspirar y espirar,
inspirar y espirar.”
En
la tapa del libro pone: Un testimonio
sobre la vida, la amistad y el amor. Lo quiero resaltar porque estoy
totalmente de acuerdo. Sobre todo en la parte de la vida. Está escrito por
Mitch Albom un columnista deportivo, y según los redactores, el mejor de
Estados Unidos. Se trata de una historia real y biográfica en la que Mitch
recupera los encuentros que hacía con su viejo “entrenador” (así llamaba a su
profesor de universidad Morrie Schwartz).
El
relato comienza con la andadura de Mitch en la universidad, en la recta final
de la misma, ya en este momento nos deja entrever la gran relación que
mantienen Morrie y Mitch. Sin embargo, la vida de ambos es muy distinta, Morrie
es un “entrenador” muy experimentado, con mucha sabiduría. Mitch aún era un
chaval, muy interesado en todas las cosas que pudiera contarle, pero muy
inexperto y aún con mucho que aprender. Después de la graduación, Mitch promete
seguir visitando a Morrie como cada martes habían hecho, sin embargo esto no
sucedió.
Mitch
es una persona muy capaz, con mucha ambición y eso le lleva a ser el mejor en
su campo, pero para ello debe dedicarle casi una vida al completo. En cierto
momento, Morrie aparece en una entrevista en televisión y hablando sobre su
enfermedad terminal, el ELA. En ese momento Mitch acude a visitarle, para tener
una reunión más como las que tenía en la universidad y desde ese momento todos
los martes tendrán un encuentro lleno de enseñanzas emotivas y plagadas de
frases memorables.
Cada
capítulo del libro trata sobre un tema sobre el cual ambos dialogan y exponen
sus puntos de vista, ambos muy distintos ya que Morrie se encontraba en una
situación muy complicada; sabía que se le acaban los días. Pero es admirable la
valentía y vivacidad con la que afronta la enfermedad el profesor, no pierde
las ganas de vivir, de pasar tiempo junto a su gente. Tal es su fortaleza que
llega a los medios de comunicación y así pudo enterarse de la situación de su
“entrenador”, Mitch.
Después
de estar más de 15 años sin verse, cada martes van a repasar todos estos años y cómo han
ido sus vidas en este tiempo.
“Pregúntame cualquier cosa -decía
siempre Morrie. Así que yo escribí esta lista: -la muerte -el miedo -la vejez
-la codicia -el matrimonio -la familia -la sociedad -el perdón -una vida con
sentido.”
Así
fue, todos los encuentros estaban cargados de comida que le llevaba Mitch y lo
más importante, de enseñanzas y lecciones. Y sobre todo, de emociones. Quizá
sea yo muy sensible pero este libro me removió todos mis sentimientos. Además
de hacerme pensar sobre cosas que no nos planteamos y que son de suma
importancia.
-
Primer martes: Hablamos del mundo.
-
Segundo martes: Hablamos del sentimiento de lástima por uno mismo.
-
Tercer martes: Hablamos de los arrepentimientos.
-
Cuarto martes: Hablamos de la muerte.
-
Quinto martes: Hablamos de la familia.
-
Sexto martes: Hablamos de las emociones.
-
Séptimo martes: Hablamos del miedo a la vejez.
-
Octavo martes: Hablamos del dinero.
-
Noveno martes: Hablamos de cómo perdura el amor.
-
Décimo martes: Hablamos del matrimonio.
-
Undécimo martes: Hablamos de nuestra cultura.
-
Duodécimo martes: Hablamos del perdón.
-
Decimotercer martes: Hablamos del día perfecto.
-
Decimocuarto martes: Nos decimos adiós.
Los
martes cada vez eran más apagados para el profesor, que se iba deteriorando
según iba pasando el tiempo, se deterioraba su aspecto y su cuerpo ya que en
ningún momento su alma decayó, se mantuvo firme aprovechando hasta el último
ápice de su vida. Mitch va cambiando a lo largo de la historia, en un primer
momento era una persona que vivía para su trabajo, para el dinero, incluso no
hacía demasiado caso a su mujer, pero a partir de estos encuentros empieza a
valorar más otras cosas, a tener sentimientos más profundos y a valorar más
ciertos aspectos de su vida que habían estado enterrados durante mucho tiempo.
Como
dije anteriormente este libro despertó mogollón de sentimientos y muchas cosas
que pensasr, realmente estas cosas hacen que un libro te parezca mejor o peor
dependiendo de lo que te sientas identificado con la historia. Es decir, puede
hablar del desamor, pero si nunca has sentido algo así puede que el libro no te
parezca bueno o al menos recomendable. En mi caso, no es que sea un tipo
experimentado, pero sí que me ha dado una vuelta de tuerca más a ciertos temas
que me inquietan, simplemente por eso, además de la conmovedora historia de
fortaleza de Morris hace de Martes con mi viejo profesor un libro muy
importante en mi aún breve historial en la literatura. (Como Morris, hay que
ver la parte buena de las cosas, y si aún me queda mucho por leer, aún
tengo mucho que aprender). Realmente no quiero seguir escribiendo mucho más
acerca del libro por si pudiera contar demasiado y consiga justo lo contrario y finalmente no lo
leáis, ya que recomiendo a todo el mundo esta magnífica obra. La historia es lo de menos, las vivencias y las enseñanzas del
“entrenador” son sencillamente fantásticas.
“-¿Crees en la reencarnación? –Le pregunto.
-Quizás.
-¿En qué forma te gustaría volver?
-Si pudiera elegir, en forma de gacela.
-¿De gacela?
Morrie me
sonríe.
-¿Te parece raro?
Observo su cuerpo encogido, sus ropas sueltas, sus
pies envueltos en calcetines, apoyados rígidamente sobre almohadones de
gomaespuma, incapaz de moverse, como un preso con grillos en los pies. Me
imagino una gacela que corre por el desierto.
-No –Le digo. No me parece raro en absoluto.”
Al
final de los días de Morrie, sólo un día recibe visita, el martes. Mitch siempre
será su alumno.
“Te diré lo que haremos. Cuando yo
esté muerto, tú hablarás. Y yo te escucharé”.
Parte del capítulo
séptimo, espero que les guste:
“- Toda esa importancia que se da a
la juventud… yo no me la trago –dijo-. Mira, sé lo triste que puede resultar
ser joven, así que no me digan que es tan maravilloso. Todos aquellos chicos
que acudían a mí con sus penalidades sus luchas, sus sentimientos de ineptitud,
su sensación de que la vida era desgraciada, que se sentían tan mal que se
querían suicidar…
>> Y además de todas las
tristezas, los jóvenes no son sabios. Tienen un entendimiento de la vida muy
limitado. ¿Quién quiere vivir todos los días cuando no sabe lo que está
pasando? ¿Cuándo la gente te manipula, te dice que si te compras tal perfume serás
guapa, o que si te compras tal par de vaqueros serás más atractivo… y tú te lo
crees? Es absurdo.
- ¿No tuviste tú nunca miedo a
hacerte viejo?- Le pregunté.
- Mitch, yo abrazo a la vejez.
- Es muy sencillo. Cuando creces,
aprendes más. Si te quedaras en los ventidós años, serías siempre tan ignorante
como cuando tenías ventidós años. El envejecimiento no es sólo decadencia,
¿sabes? Es crecimiento. Es algo más que el factor negativo de que te vas a
morir, también es el factor positivo de que entiendes que te vas a morir, y de
que vives por ello una vida mejor.
- Sí- dije yo-. Pero si es tan
valioso envejecer, ¿por qué dice siempre la gente: <<Ay, si yo volviera a
ser joven>>? Nunca se oye decir: <<Ojalá tuviera setenta y cinco
años>>.
Sonrió
- ¿Sabes lo que se transluce en eso?
Vidas insatisfechas. Vidas no realizadas. Vidas que no han encontrado sentido.
Porque si has encontrado un sentido en tu vida, no quieres volverte atrás.
Quieres seguir adelante. Quieres ver más, hacer más. No quieres esperar a tener
setenta y cinco años.
<<Escucha. Debes saber una
cosa. Todos los más jóvenes deben saber una cosa. Si estás luchando siempre
contra el envejecimiento, vas a ser siempre infeliz, porque te va a llegar en
todo caso>> Y… Mitch. Bajó la voz.
- La verdad es que tú te vas a morir
al final.
Asentí con la cabeza.
- No importará lo que te digas a ti
mismo.
-Ya lo sé
- Pero espero que eso no pase hasta
dentro de mucho, mucho tiempo- dijo.
[…]
- Mitch, ¿Qué piensas?
Hice una pausa antes de responder.
- Bueno –dije-, me preguntó por cómo
es que no envidias a las personas más jóvenes y sanas.
- Ah, supongo que las envidio.
Cerró los ojos.
- Las envidio porque son capaces de
ir al gimnasio o de ir a nadar. O a bailar. Sobre todo lo de bailar. Pero la
envidia me invade, yo la siento, y después la suelto. ¿Recuerdas lo que te dije
del desapego? Suéltalo. Decirte a ti mismo: <<Esto es envidia, y ahora
voy a apartarme de ella>>. Y te alejas.”
Me ha entrado el gusanillo de leerlo. Mañana lo usufructaré de la biblioteca.
ResponderEliminarAnsioso espero tu opinión Eduardo. ^^
ResponderEliminarBueno, ya lo leí.
ResponderEliminarLo muy cierto es que se trata de un libro interesante tanto por lo que cuenta como por cómo lo cuenta.
Pero he decir que no me ha atrapado como lo puedan haber hecho otros libros y supongo que esto se debe a que la figura de morrie me ha resultado demasiado "bonita".
De cualquier manera ha sido una buena recomendación y un libro a tener en cuenta.